(
Transcripción
de la conferencia de Bilal Dídac P. Lagarriga pronunciada en la celebración del Gran Magal por
parte de la comunidad murid. Barcelona, 8-11-2017)
Bismilahi
arrahmán arrahim.
Creo que
la vida es una oportunidad para aprender. Un aprendizaje constante. A
diferencia de lo que actualmente vemos, el aprendizaje no es
acumular datos e información, sino profundizar en el conocimiento.
No se trata de nadar cada vez más lejos pero quedándonos en la
superficie, sino de bucear cada vez más al fondo. Cuando en el Corán
leemos que Dios puede hacernos crecer en conocimiento, significa que
puede hacernos profundizar en él.
Serigne
Touba, Cheikh Ahmadou Bamba, escribió en su poema
Kun Katiman que
buscar el conocimiento es incompatible con tres cosas: el lucro
económico, dañar a los demás y lamentarse por las dificultades.
Estos tres puntos son básicos y deben tenerse muy presentes.
El Corán
nos insiste en tres aspectos: agradecer, reflexionar y arrepentirnos.
Estos tres puntos nos llevan a la reverencia. ¿Reverencia de qué?
Del tawhid, de la unidad intrínseca, de comprender la interrelación
y la interdependencia, de que todo está vinculado. Los ritos como el
salat, el ayuno... son vehículos, herramientas donde ejercitar el
agradecimiento, la reflexión y el arrepentimiento.
Existe un
tipo de islam muy agresivo porque se queda en la superficie, no
profundiza y, por lo tanto, no busca el conocimiento. Si nos fijamos
en los tres puntos que destaca Ckeikh Ahmadou Bamba, vemos que una
parte de los musulmanes contemporáneos pretenden buscar el
conocimiento o bien con una finalidad lucrativa, o bien perjudicando
y dañando a los demás, o quejándose y lamentándose de las
dificultades y obstáculos que encuentran, es decir, mostrando tres
actitudes -a veces una de ellas, a veces dos o las tres a la vez-
que, como señaló Serigne Touba, invalidan la búsqueda sincera y
por tanto nos impiden acceder a un conocimiento válido.
Este tipo
de islam, a mi parecer, se muestra fuertemente reislamizado en la
forma, en la superficie (el rito, el vestido, las expresiones
devotas...) pero desislamizado en su interior. Es un sometimiento a
las apariencias, y es el que suele aparecer en los medios de
comunicación. Pero este tipo de musulmanes que hace aumentar la
islamofobia y el recelo de los no musulmanes hacia el islam, no
debemos tomarlo desde un punto de vista victimista. No debe haber
lamento, pues Al·láh nos pone sus ayat, sus signos, para que
agradezcamos, reflexionemos y nos arrepintamos y, de esta forma,
podamos aumentar en conocimiento, en consciencia. En este sentido, la
islamofobia es una oportunidad que nos ayuda a ser mejores
musulmanes.
Hoy, que
celebramos el Magal, debemos recordar el ejemplo de Serigne Touba
Khadimu Rasul Cheikh Ahmadou Bamba, su determinación, fuerza y
convencimiento en cuyo centro acogía la rahma, la piedad, y el
ihsán, la belleza, la excelencia.
Por eso
su yihad era una yihad sincera. Hoy en día se habla mucho de cultura
de paz y de no violencia, y sin duda Cheikh Ahmadou Bamba es uno de
sus máximos referentes, aunque por desgracia poco conocido en
Occidente. Pero en su caso su cultura de paz no era una finalidad,
sino que estaba integrada perfectamente dentro de su din, del islam,
de su ley moral y su modo de vida, una ley moral que es a la vez ley
sagrada. ¿Y qué hay en el epicentro de esta ley sagrada? La
misericordia, la compasión, la rahma. Nunca debemos olvidar lo que
se dice Al·láh a sí mismo en el Corán: “Me he prescrito a mi
mismo la misericordia” (6:12).
Serigne
Touba fue un fiel ejemplo de esta autoprescripción de la
misericordia, por eso su yihad no utilizó las armas contra los
colonos, ya que entendió que el colonialismo francés no sólo
quería apropiarse de sus tierras, también de sus mentes. Otras
comunidades que no entendieron esta evidencia quizá fueron más
agresivas en el combate externo, pero se dejaron colonizar el alma y
una vez logradas las independencias se comportaron con los mismos
parámetros coloniales.
Sin
embargo, la comunidad murid continuó con la piedad y la belleza, con
la rahma y el ihsán, como sus valores fundamentales. Es interesante
que un término como ihsán lo traducimos por belleza, excelencia y
también espiritualidad.
En el
islam agresivo y reaccionario no hay belleza, sus actos no son
bellos, y por tanto tampoco hay espiritualidad. Olvidan que el respeto
por los demás, por todo tipo de creencias que no nos agredan
directamente, forman parte de las enseñanzas del islam. La ikraha
fid Din escuchamos en el Corán:
no cabe coacción en cuestiones de fe, en el din, en nuestra
tradición.
Por otra parte actualmente estamos más mezclados que nunca, y
gracias a la ciencia, a las comunicaciones y a los movimientos
migratorios podríamos entender más que nunca el tawhid, esa
relación de todo con todo. En cambio actuamos como si el tawhid no
existiera y nuestros actos no tuvieran esa correspondencia, como si
estuvieran desvinculadas del resto. El desastre ecológico, por
ejemplo, es una evidencia consecuente con este comportamiento. Por
eso creo que las comunidades como la murid, que ponen en el centro la
enseñanza profunda del islam, ayudan a aumentar la consciencia y con
ello contribuyen a sanar y cuidar el mundo. Por ello todos somos
responsables, cada miembro de la comunidad, cada musulmán, cada ser
humano. El islam es una práctica, no un discurso ni meras palabras.
¿Por qué nuestro islam es una amenaza para ese islam violento?
Porque implica una hégira, un camino al exilio. No es un islam
ideológico, seguro de poseer en exclusiva una verdad que no puede
ser compartida, un islam rígido y estancado, sino un islam nómada,
que viaja y se desplaza con el vehículo del agradecimiento, de la
reflexión y del arrepentimiento para llegar a la reverencia del
tawhid, de la Unidad y encontrar en ella la auténtica compasión. Un
islam que se mueve hacia el ihsán pasando por el imán, la
confianza, y que como ya he dicho no puede quedarse en la superficie.
Hoy celebramos la fecha del exilio de Cheikh Ahmadou Bamba porque
este tipo de desplazamientos, como los que se hacen con las
migraciones y las peregrinaciones, desplazamientos físicos en primer
lugar, son necesarios para aceptar el viaje profundo e interior que
nos lleva a la confianza y al sometimiento total a Al·láh, al
tawaqul.
Cuando Serigne Touba fue detenido por las autoridades francesas y
llevado a Saint-Louis para ser juzgado, un colono francés que sentía
simpatía por él le aconsejó que preparara su defensa contra los
acusadores. ¿Y qué respondió el Cheikh? Pues recitó el aya 107 de
la azora Yunus: “Y si Al·láh te toca con un daño, nadie sino Él
te librará de ello. Y si te concede un bien... No hay quien pueda
impedir su favor”. El Cheikh habla así, actúa así, porque ya
está en tránsito, ya ha emprendido la migración, su exilio real
hacia Dios. Y esta es la auténtica migración.
Los musulmanes que no quieren hacer este viaje son estáticos y esta
inmovilidad provoca irritación, cólera, y ese inmovilismo también
les lleva a idolatrar sus ideas e imponerlas por la fuerza,
olvidándose de la baraka. Son aquellos que si se les dice que
siembran la corrupción responden que sólo están mejorando las
cosas, como escuchamos en el Corán. Sus tierras, sin belleza, faltas
de compasión y llenas de coacción, son estériles. Por eso es tan
importante comunidades como la murid, para continuar dando vida,
dando luz. Si nos fijamos en muchos sitios donde había comunidades
de luz, están ahora destruidas. Afganistán, Irak, Somalia, Nigeria,
Siria... Y lo están porque los que allí emprendieron el yihad del
corazón, no fueron suficientes, y muchos se dejaron colonizar el
alma porque este tipo de yihad, a diferencia del yihad superficial,
es el más difícil porque implica responsabilizarse y empezar una
hégira de nosotros mismos, salir solos, sin miedo, entregados a
Al·lah, subhana wa ta'ala, reverenciando su creación en lugar de
destrozarla.
La no violencia de Cheikh Ahmadou Bamba y de todos sus seguidores no
se limita a no coger las armas. Es mucho más efectiva pero también
necesita mucha más voluntad, porque es la esencia del islam y su
expresión más perfecta. Ese islam cuya raíz de paz implica también
la salud, el bienestar, individual y colectivo y por ello es un
esfuerzo constante (yihad) que no busca un beneficio a corto plazo,
aunque también los da, sin que esto sea su finalidad, pues la
finalidad es única y exclusivamente Al·láh.
Para terminar, me gustaría recitar dos poemas que escribí hace unos
años dedicados a Serigne Touba:
TUS
MURIDS
Perduran
tus briznas cíclicas
que
tasaron en siete toneladas
almacenadas
en toneles de mijo.
Y tus
murids las cantan
Y tus
murids las lavan
Y tus
murids las conservan en su lengua
de azúcar
Perduran
tus rastros cimentados en la voz
navegando
perduran
tus semillas saciadas de tinta
cálamo
de amor
Y tus
murids las miman
Y tus
murids las siembran
Y tus
murids las esparcen
Dibujan tu rostro enmarcado
de algodón blanco.
Reflejan tu mirada de luz
que acompaña
nuestra adaptación
nuestra aceptación
nuestro sí
nuestro también
nuestro tú.
Porque tu imagen es un icono sin idolatrar
Imagen sin objeto
Vida.
Y tus murids la pasean
Y tus murids la estampan
Y tus murids...
Tus murids forman
la reiterante e itinerante
desplegable imagen palpable
de acariciar con párpados.
VISLUMBRES
No sé ni si entrabais o paseabais
o estabais sin más,
sin puerta.
Muhámmad, contigo la paz,
y de la mano, en el momento en que os vi / no vi,
por la cerradura de mimbre etéreo tejido de dhikr,
te acompañaba Ahmadou, sí, Bamba, sí, seriñ Tuba
No sé ni si entrabais o paseabais
o estabais sin más,
sin puerta,
pero vuestras copas ausentes
olían a jengibre.
Y ya no llorabais.