1. En el Corán escuchamos la
advertencia: no corramos tras nuestras suposiciones. No nos dejemos
llevar por las pasiones... ¿Y a quién le importa el Corán en este
torbellino de opiniones, comentarios, declaraciones? A mí. A muchas
personas.
2. El Corán incluye a los islamófobos
y a quienes lo dan todo para que el islam no se propague. El Corán
incluye a los que se denominan musulmanes pero actúan de forma
completamente hipócrita. Todos personajes necesarios,
misteriosamente necesarios, mordazmente necesarios. E interiorizados
y compartidos en mayor o menor grado según nuestro nivel de
atención.
3. Las herramientas del Corán, desde
las más sutiles a las evidentes, desde las que trabajan esas partes
del espíritu hasta las que rompen los prejuicios, no caducan. Pero
tampoco son un pretexto, ni una cueva donde refugiarnos con nuestra
incapacidad para comprender. El Corán sacude, la Fatiha (primera
azora) abre. El intencionado ejercicio debe ser constante.
4. El Corán nos susurra: hay sitio en
el jardín anhelado para el asesinado y para el asesino cuando ambos
hayan sucumbido y sólo escuchen la palabra “paz”.
5. Hay un Corán que camina llamado
Muhámmad, que la paz sea con él, que nos legó: “la tinta de un
sabio vale más que la sangre de un mártir”. Intuyo que la tinta
de los sabios de hoy, de siempre, es prácticamente invisible, hecha
de silencio y oración.
6. La indignación y el miedo son
reacciones humanas, pero cuando se convierten en un fin en sí mismo
surge el desequilibrio, la fobia, la patología. El apego mundano.
Una aleya coránica da vueltas por la casa, zumba: “Aquellos que no
creen que habrán de encontrarse con Nosotros, se contentan con la
vida de este mundo y no miran más allá.”
7. Tantos mensajes, tanta riqueza... Y
nosotros aquí, obnubilados. Desorientados (esto es, sin Oriente, sin
qibla - dirección). Petición: Al-láh, protégenos de nosotros
mismos. ¡Amin!
8. Los usos son múltiples: el asesino
utiliza todo tipo de elementos para perpetrar su crimen, entre ellos
unas palabras, “Al-lahu akbar”, que su boca envenenan. Pero, a
pesar del mal uso, a nuestro pesar, “Al-lahu akbar” es “Al-lahu
akbar”: nos sustenta algo mayor, inefable e inacotable (inaceptable
incluso para muchos).
9. Podemos gritar "Al-lahu akbar" para
justificar cualquier deseo ególatra. Pero debemos concluir con
"Al-lahu alim" (Al-láh sabe) para liberarnos de cualquier opinión,
creencia e idea que nos impida estar atentos a la inesperado.
Recíprocos a lo que se nos da. Agradecidos a lo que acontece,
espontáneo. Sin victimismo.
10. Reitero: sin victimismo. Sin rencor. Sin
ninguna emoción enquistada. Habitando el perdón.
11. "¿Cuántos años habéis
permanecido en la tierra?"
Dirán: "Hemos permanecido allí
un día, o parte de un día”.